FRANCISCO RÍOS “EL PERNALES”
1.- ATESTADO DE LA GUARDIA CIVIL SOBRE LA MUERTE DE «EL PERNALES» Y «EL NIÑO DEL ARAHAL».
«Al ministro de la Gobernación:
Guardia Civil.-Provincia de Albacete.-Línea de Alcaraz.
Excelentísimo Sr.: A las doce y cuarenta del día de ayer se presentó en el caserío El Sequeral, término de Villaverde, punto en el que se encontraba el oficial que suscribe, por tener en él su zona de vigilancia, el paisano Eugenio Rodríguez Campayo, conduciendo una carta del señor juez municipal de dicho pueblo, en que me manifestaba que habían visto aquella mañana por aquellas inmediaciones dos hombres desconocidos, a los cuales había encontrado Gregorio Romero Henares, peón guarda del distrito forestal y licenciado de la Guardia Civil, que fue quien dio la primera noticia.
Inmediatamente, y sin desatender la vigilancia establecida, por si se trataba de una falsa alarma, salí con el cabo Calixto Villaescusa Hidalgo, guardia primero Lorenzo Redondo Morcillo y segundos Juan Codina Sosa y Andrés Segovia Cuartero hacia el pueblo de Villaverde, en donde las autoridades de aquél y el denunciante reforzaron la noticia, adquiriéndolas yo también del punto de donde se encontraban los desconocidos, que es el cortijo de Arroyo de Tejo, a unos tres cuartos de legua del indicado pueblo. Sin pérdida de momento y auxiliado de tres prácticos, me dirigí al sitio indicado, y a una media legua antes de llegar distribuí la fuerza, mandando al cabo Villaescusa y al guardia Segovia con dos prácticos por la cúspide de la sierra, en el propósito de cortar la retirada a los sujetos perseguidos, y el que habla, con los guardias Redondo, Codina y un práctico, siguió a atacar de frente el punto en que según noticias se encontraban los sujetos.
Había transcurrido una media hora cuando, ya estrechado el cerco y ambas fuerzas próximas a los bandidos, éstos se pusieron en marcha; pero la oportunidad del cabo y guardia de referencia en colocarse en el punto que les había ordenado nos dio la fortuna de que dichos bandidos llegaran a ocho pasos de distancia de donde estaban emboscados, sin ser vistos, y al darles el ¡Alto! contestaron con dos disparos y la voz de «Pernales» dijo ¡Vamos por ellos!», desarrollándose entonces por ambas partes el fuego del cual quedó muerto «Pernales».
Continuó sosteniendo algo el fuego el «Niño del Arahal» y se dio a la fuga, volviendo a lo más elevado de la montaña en el preciso momento en que el que relata y guardias que le acompañaban, con inmensa fatiga, daban acceso a la cúspide de la misma, con tal suerte que desde ella vieron deslizarse al «Niño del Arahal», que al notar nuestra presencia hizo fuego en retirada, auxiliado por las escabrosidades del terreno, contestándole en la misma forma, y a los pocos disparos el bandido cayó, al parecer, muerto, como así después se comprobó.
Cumple a mi deber significar a la respetable autoridad de V.E. que la cooperación de las autoridades de este pueblo, de los prácticos que nos acompañaron y vecinos próximos al lugar del suceso, es digna de todo elogio: pero el hecho de más mérito en esta honrosa jornada es la actividad, resistencia y valor sin límites acreditado por el cabo Calixto Villaescusa Hidalgo, que en el mismo tiempo tuvo que recorrer un trayecto mucho más largo y después se colocó, con el guardia que le acompañaba, a cuerpo descubierto, aprovechando el sitio en que empezaba el descenso de la tierra; por esto permitió a los bandidos llegar a él a la dicha distancia, sin olvidar que todos dan por bien empleados los sufrimientos y desvelos que venían ocasionando estos tristemente célebres bandidos y consideran haber ganado este galardón para gloria del honroso uniforme que vestimos, sin tener que lamentar nada más que una ligera rozadura en la parte superior de la cabeza del guardia segundo Andrés Segovia Cuartero, que se la debió ocasionar en la primera descarga el «Pernales» con una posta.
Al referido «Pernales» le dispararon el cabo Villaescusa y el guardia Segovia, a la vez, quizá un poco más el guardia, sin que se pueda precisar el que lo mató, pues lo dos creen haberle herido. Al «Niño del Arahal», por más que le hice fuego con el revólver, como la distancia era de más de cien metros, no sé si le pude herir; pero cuando aquél huyó y los guardias que acompañaban continuaron el fuego, puedo asegurar que, en un disparo hecho por el guardia Codina, fue cuando se vio caer al bandido, y como el fuego de revólver era ya ineficaz, me limité a facilitar cartuchos al guardia Codina. Tanto éste como el guardia Redondo me han dado prueba de ser excelentes tiradores.
El guardia Amalio Rodas Sánchez y el segundo Benito Medina Bueno, del grupo del sargento Fernández Gómez, tomaron la pista de los bandidos en la cúspide del collado del Tronco y la siguieron con actividad, de forma que a las dos horas de haber sucedido el encuentro se presentaron en aquel sitio. Igualmente, el sargento de referencia siguió de cerca con cuatro paisanos a la pareja indicada, retirándose cuando tuvo noticias de que los bandidos habían sido muertos.
También tengo que enaltecer el buen comportamiento del resto de la fuerza establecida en esta línea de vigilancia, pues he podido observar que, tanto de día como de noche, han estado animados del mejor espíritu, sin haber tenido nada que corregir.
El que debe ser el «Pernales», por los documentos que se le han ocupado y coincidir sus señas con las facilitadas por la Superioridad, aparenta ser de unos veintiocho años, de 1’49 metros de estatura, ancho de espaldas y pecho, algo rubio, quemado por el sol, con pecas, color pálido, ojos grandes y azules, pestañas despobladas y arqueadas hacia arriba, colmillos superiores salientes, reborde en la parte superior de la oreja derecha, que le forma una rajita, y ligeras manchas en las manos; vestido con pantalón, chaqueta corta y chaleco de pana lisa, color pasa; sombrero color ceniza, ala plana flexible, con un letrero que dice «Francisco Valero. Cabra»; botas corinto con un letrero en las gomas que dice «Cabra. Sagasta 44″; camisa y calzoncillos de lienzo blanco, calcetines escoceses, faja de estambre negro.
El que aparenta ser el «Niño del Arahal» es de unos veintiséis años de edad, 1’61 metros de estatura, de pocas carnes, pelo rubio, barbilampiño, cara afeitada, viste igual que el anterior y el sombrero y las botas con las mismas señas.
Tengo el honor de ponerlo en conocimiento de la respetable autoridad de V.E., adjuntándole relación de las autoridades, prácticos y vecinos que han auxiliado, como, así mismo, inventario de las caballerías, armas, municiones, dinero y efectos ocupados, a la vez que lo hago al señor coronel subinspector del Tercio, excelentísimo Señor Ministro de la Guerra, gobernadores civil y militar de esta provincia y Capitán General del Distrito.
Dios guarde a V.E. muchos años.
Villaverde, 1 de septiembre de 1.907.
El segundo teniente, Juan Haro López (1)
Excmo. Sr. ministro de la Gobernación.
Romance del Pernales
Estando Diego Corrientes con el caballo calzado, su hembra en el pensamiento, con el trabuco en la mano: -Sígueme, Luís Candelas, sígueme por mis pasos, que vamos a la serranía, con el trabuco en la mano. ¿Dónde está José María, José María el Tempranillo? Francisco Ríos Pernales que venga con el Vivillo. Vamos a los cortijos, vamos todos sin parar a esa gente egoísta que come sin trabajar a costa de los obreros, que los quieren maltratar.II Francisco Ríos Pernales está loquito de alegría, porque había dado a luz la su amante una chiquilla. Días antes de su muerte, en sus brazos la tenía: -Hija de mi alma, ven aquí conmigo, que por ser yo bandolero que tú a la España sin lujo has venido. Pero no te apures nena, que este oficio dejaré, allá fuera de España trabajaré. Soy joven todavía, puedo trabajar para darle a mi hija un piazo de pan. ¿Qué dices tú, Concha -decía llorando-, qué tal te parece lo que estoy pensando? Lo que piensas está bien, Francisquito de mi vida, ¿pero no piensas en irte, que ya va siendo de día?-Tienes razón, ya me voy, es que ya no me acordaba que soy aquel bandolero que andan buscando por toda España. Queda con Dios hija mía, y hasta otro día, Concha del alma.III Montado en su caballo iba el Pernales un día. Se encontró con un barbero, que de un cortijo venía. Como sabía que andaba Y otra más………. En un cortijo que existe -A la paz de Dios abuelita, -No llore usted abuelita, -Robarme a mí, señor, -El amo de este cortijo Y al acabar de cenar,
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Parando el caballo enfrente un hotel, vio pasear a don Rafael. Con el revólver en mano, le dice Francisco Ríos: -Deme quinientas pesetas, o le pego cuatro tiros. Don Rafael asustado al momento se las dio, las mismas que al otro día, antes de salir el sol, se las entregó a la anciana para salvarla esa situaciónPor una estrecha vereda paseaba un día. Se encontró con un anciano que iba montado en su borriquilla.-Dónde va usted abuelete.- le preguntó. Y el abuelo seguía su dirección. -Apéese pronto de la borriquilla, no me deje solo, me haga compañía. Espero un compañero que pronto vendrá, y cuanto que venga puede usted marchar.Saltó el viejo de la burra con muchísima energía, con una navaja abierta, y el Pernales se reía. -Es usté un viejo valiente, pero ahora le hablo yo en serio. Está usted con el Pernales, que de los pobres no quié dinero, que sólo roba al que tiene muchas pesetas, y es usurero. El treinta y uno de agosto Será un día desgraciado Qué hombre tan malvado, Era un campesino Al momento tres parejas Y al poquito rato Cuando ven a la pareja, En la provincia Albacete,
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Versión recogida por “NUEVO MESTER DE JUGLARÍA” en las provincias de Segovia, Madrid, Toledo, Burgos y Albacete.